El informe de Derechos Humanos –DDHH- presentado por la ONU ha generado rayos y centellas como para alquilar balcón.
Por: Clara Inés Chaves R. (*)
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Palabras como
las del senador Ernesto Macías que
sugiere cerrar la oficina de Naciones Unidas en Colombia, son insultantes y
poco atinadas, pues con ello nos estaría conduciendo a posicionarnos al lado de
Siria, Afganistán, Irán y demás países que se reconocen en el mundo por violar
los Derechos Humanos y por su impunidad. Lo que resulta lamentable y penoso es
que el Gobierno colombiano olvide que
las Naciones Unidas tienen una oficina que es la del Alto Comisionado para los
DDHH - ACNUDH - en distintos países, cuyo objetivo es velar por la protección y
el disfrute de esta clase de derechos en el mundo, y como tal, proteger los
tres pilares de esta institución internacional que son: la paz y la seguridad,
los Derechos Humanos y el desarrollo.
Es penoso que la
diplomacia colombiana olvide las funciones propias de las Naciones Unidas y de
la Oficina del Alto Comisionado para los DDHH, la cual proporciona a esta
institución internacional la información que requiera en esta materia, y a la
vez recibe en cada país, las denuncias individuales sobre estas violaciones. Resulta
populista que el Gobierno Duque olvide diga que la ONU está inmiscuyéndose en
los asuntos internos del país o violando su soberanía, cuando esta institución
tiene la facultad de hacer evaluaciones y dar directrices sobre los Derechos
Humanos al Ejecutivo para una mejora de los mismos en el país.
No es entendible
como un país como Colombia con tradición de violación de Derechos Humanos a lo
largo de su historia, y con un doble discurso por la paz, reaccione de manera
anti-democrática, negándole la entrada al funcionario diplomático de las
Naciones Unidas, que cumple con sus obligaciones, solo porque al Gobierno no le
gusta que le digan la verdad. Lo interesante del tema es que el representante
de la Cruz Roja Internacional en Colombia en noticias del diario El Espectador
de fecha 5 de marzo del año en curso, hizo el balance del año 2019, y lanzó una alerta por el aumento de víctimas
de artefactos explosivos, casos de desaparición y aumento de personas
confinadas por la presencia de actores armados. Es decir, con la administración Duque ha
existido un retroceso en términos de paz.
Esperamos que este informe de la Cruz Roja
Internacional en el país, no le genere bravuconadas al Gobierno nacional, sino
por el contrario le sirva para reflexionar y ejecutar políticas públicas para
solucionar esta grave problemática. No podemos olvidar
que en el gobierno del entonces presidente Ernesto Samper Pizano tuvo un
escándalo por violación a los DDHH; y como consecuencia de ello, ese Gobierno
solicitó la creación de la Oficina del Alto Comisionado para los DDHH con
atribuciones más fuertes y decisorias que las normales en contraposición a lo
que pedían las ONG de ese entonces, que era el nombramiento de un relator de la
ONU.
A partir del año
1997, “las denuncias que recibiera el
Alto Comisionado en materia de violación a los DD. HH., irían directamente a la
Comisión y serían divulgadas internacionalmente, con el aval de una autoridad
de Naciones Unidas”[1],
por lo cual eso es lo que hizo Michel Forst el relator de las ONU el 4 de marzo en
Ginebra. Como si fuera poco, en la noticia del diario El Tiempo de fecha 6 de
marzo titulada: “Investigan causas del asesinado de la ex integrante de las
FARC en Bogotá”, con ello parecería ser
que se inició un exterminio contra este grupo, con lo cual es lamentable para
la democracia, la que se caracteriza por su pluralidad ideológica y tolerancia.
Lo aberrante del
tema es que según la noticia de prensa de la revista Semana del 2 de febrero
2020 titulada “Querían borrar por completo mi informe”: relator de la ONU
sobre el Gobierno”, como bien lo
señala su título, el Gobierno Nacional quería eliminar completamente el informe
del relator, el cual tenía solamente un diagnóstico y una evaluación de los
homicidios de los defensores de los derechos humanos, apropiándose de esta
manera funciones que no le corresponden. La sensación que queda es que la
democracia colombiana es cada vez más débil y actuamos como en una dictadura. Me
pregunto entonces, ¿Qué clase de diplomacia tenemos?, ¿Á donde hemos
llegado? Estamos peor que Venezuela. Al menos en el vecino país se reconoce que
hay una dictadura.
No podemos confundir la diplomacia y el
Derecho Internacional con la ideología partidista y los odios y amores de un
sector político; eso sería terminar con el buen nombre que logró del país en la
anterior administración y llevarnos al aislamiento.
(*)
Ex diplomática
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