Un proyecto de especies agroforestales en Jerusalén, que
busca plantar árboles maderables como teca, tambor, cedro y paulownia, ya le
genera ganancias económicas a uno de sus habitantes.
Andariego. Así define su época de niñez y adolescencia Luis
Enrique Fonseca, un campesino curtido en el cultivo de café. Cuando tenía 11
años, decidió abandonar a su familia en Tocaima para irse a aventurar como
mochilero por todo país. Estuvo en varios sitios del Eje Cafetero y la costa
Caribe, trabajando en lo que encontrara.
Así, sin echar raíces, permaneció durante casi una década. A
los 20 años regresó a Cundinamarca, y por cuestiones del amor quedó enganchado
a Jerusalén, un municipio que solo conocía de nombre. “Siempre estuve solo por
el mundo y pensaba que así seguiría. Pero en Jerusalén encontré a mi joya más
divina y preciada, mi mujer. Me enamoré perdidamente, nos casamos al poco
tiempo de conocernos y decidí quedarme. Le caí bien a los suegros, quienes
decidieron darme la mano”.
El trabajo de la tierra siempre lo ha llevado impregnado en
su cuerpo. “Mis papás me enseñaron el oficio de coger café desde muy pequeño.
Tengo un recuerdo muy marcado de esa época. En 1948, cuando mataron a Jorge
Eliécer Gaitán, yo estaba metido en un cafetal. Tenía cinco años. Desde esa
edad trabajo la tierra”.
Fueron sembrados cerca de 100 arbustos, que hace dos años no superaban
el metro de altura. Hoy, algunos ya van en cuatro metros. Foto: Jhon Barros.
Luis Enrique hoy tiene 76 años y es uno de los campesinos más
respetados y fructíferos del municipio. Su finca, de 70 hectáreas, ubicada en
la vereda El Hatillo y llamada Tocaima, en honor al pueblo que lo vio nacer,
está repleta de mango, plátano, maíz, ahuyama y cacao, además de algunas vacas
y árboles como guayacanes.
“Es una sociedad de cinco: cuatro hermanos de mi esposa y
yo. La compramos muy barata hace 15 años, como a nueve millones de pesos.
Nuestra finca es una muestra de la unión familiar. Actualmente, acá solo
vivimos mi mujer y yo, pero a veces llegan hasta 70 personas de la familia a
visitarnos, incluidas nuestras dos hijas que están en Bogotá”.
Un parche de la finca, de casi una hectárea, sufría de
infertilidad. Ningún cultivo pegaba, ni siquiera el pasto, por lo cual el
ganado ni lo determinaba. Este panorama empezó a cambiar hace dos años, cuando
la CAR le propuso a Luis Enrique participar en un proyecto de reforestación con
especies maderables. “Me le medí de una. Ese terreno era un peladero, lleno de
espino y con unos suelos muy secos. No tenía nada que perder”.
Luis Enrique hoy tiene 76 años y es uno de los campesinos
más respetados y fructíferos del municipio.
Su finca, de 70 hectáreas, ubicada
en la vereda El Hatillo y llamada Tocaima. Foto: Jhon Barros.
“El propósito del
proyecto era identificar si en terrenos tan erosionados y secos como los de
Jerusalén, tendrían cabida plantaciones forestales de especies maderables y
aprovechables como teca, tambor, cedro y paulownia. En la finca de Luis hicimos
una siembra controlada para ver la evolución y crecimiento de las plantas”,
aseguró Edwin García, director del Centro de Investigación Ambiental de la CAR.
Fueron sembrados cerca de 100 arbustos, que hace dos años no
superaban el metro de altura. Hoy, algunos ya van en cuatro metros. “La zona
era totalmente seca, sin nada de verde. Corroboramos que algunos suelos si tienen
vocación para estas especies, las cuales en el futuro pueden aprovecharse y
generar recursos económicos”, apuntó García.
Según el experto, uno de los principales resultados de estas
plantaciones es que los suelos empezaron a recuperarse, y ahora le sirven a
Luis Enrique para aumentar sus ganancias. “Son especies sombrillas. En el suelo
pueden implementarse otro tipo de cultivos para mejorar la economía de las
personas. Luis sembró pasto, que vende o utiliza en su propia finca. Antes no
podía hacerlo, ya que los suelos estaban secos. La materia orgánica de los
árboles los mejoraron”.
Es la primera vez que en Jerusalén se realiza una siembra
con estas especies. Foto: Jhon Barros
Es la primera vez que en Jerusalén se realiza una siembra
con estas especies. “Primero estudiamos sus características para ver si podrían
acoplarse al clima. En el municipio es complicado por la temperatura y porque
es una zona de bosque seco tropical, plantas espinosas cuya madera es difícil
de aprovechar. Con la teca y el tambor tuvimos los mejores resultados, mientras
que los árboles de paulownia murieron. Estas maderas pueden utilizarse a
futuro. Además, con la hoja de la teca hacen billetes de dólar”, dijo el
directivo de la CAR.
Don Luis, quien se protege del sol con un sombrero aguadeño,
afirma que con este proyecto recuperó un suelo que consideraba muerto. “Germinó
el pasto, y ahora estoy ganando plata. Es proyecto me ha apoyado mucho, hasta
me dieron un sistema de riego y herbicidas. Plantar árboles sí paga y en el
futuro pienso sacar provecho de las maderas que den”.
El director del Centro de Investigación Ambiental apuntó que
debido a los resultados positivos con estas plantaciones agroforestales, el
ideal es implementarlas en otras fincas de Jerusalén y municipios de
Cundinamarca que cuenten con características climáticas y suelos similares.
Además, la CAR pretende declarar la cuenca del río Seco y
parte de la del Magdalena como área de importancia para la conservación de las
aves, que abarcaría zonas de Jerusalén, San Juan de Rioseco, Beltrán, Pulí y
Guataquí, “lo que contribuirá a la promoción del ecoturismo y el avistamiento
de aves en la región”.
Este especial fue tomado de:
https://semanarural.com/web/articulo/proyectos-ambientales-innovadores-en-jerusalen-cundinamarca/1086
0 Comentarios