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“Las investigaciones indican que los años de la adolescencia
son sin duda una de las épocas de la vida en que se experimenta más confusión y
estrés.” Así se expresó la doctora Bettie B. Youngs en su libro Helping Your
Teenager Deal With Stress (Cómo ayudar a su hijo adolescente a superar el
estrés). En la antigüedad, los jóvenes tenían bastante con solo ser jóvenes.
Sin embargo, hoy día no solo tienen que afrontar los afanes propios de la
adolescencia, sino también las terribles presiones de la vida a las que se ven
sometidos los adultos en esta década de los noventa.
El doctor Herbert Friedman escribió en la revista World
Health: “Nunca antes se había producido la transición de niño a adulto en un
período de tantos cambios: el enorme incremento en la población mundial, la
acelerada urbanización que ha conllevado y las revoluciones tecnológicas en el
campo de las comunicaciones y los transportes han creado casi de la noche a la
mañana situaciones antes desconocidas”.
A este respecto, una adolescente llamada Kathy dijo: “Es muy
difícil criarse en un tiempo como el nuestro”. El estrés y las presiones de
estos “tiempos críticos, difíciles de manejar” han llevado a algunos jóvenes al
alcoholismo, a la drogadicción y hasta al suicidio. (2 Timoteo 3:1.)
Cambios radicales en la familia
La doctora Youngs recuerda: “Nuestros padres tenían tiempo
para nosotros. Muchos teníamos madres que hicieron de la crianza de los hijos
la carrera de su vida”. Pero hoy día “muchas mujeres no pueden quedarse en casa
y dedicar todo su tiempo a la crianza de sus hijos, o bien optan por no
hacerlo. Trabajan y tienen que hacer malabarismos para compaginar sus carreras
y sus familias. El día no tiene suficientes horas para todo, y como hay que
sacrificar algo, con frecuencia se sacrifica el tiempo y la ayuda que una madre
puede dar a su hijo. Durante la época más vulnerable de la vida, cuando el
adolescente tiene que afrontar cambios físicos, mentales y emocionales, se le
deja solo”. (Helping Your Teenager Deal With Stress.)
No cabe duda de que en la década de los noventa la
estructura de muchas familias seguirá cambiando sensiblemente a causa del
divorcio (en Estados Unidos, el 50% de los matrimonios terminan en divorcio),
los nacimientos ilegítimos y la tendencia cada vez mayor a que las parejas
vivan juntas sin estar casadas. En Estados Unidos, de cada cuatro familias una
ya es monoparental,* y cada vez hay más hogares con hijos que son fruto de
anteriores nupcias de uno de los cónyuges, o de ambos.
¿Los hijos que se crían en el seno de este tipo de estructura
familiar podrían verse afectados emocional o psicológicamente? Algunos afirman
que, por ejemplo, los hijos de familias monoparentales son más proclives a la
soledad, la tristeza y la inseguridad que los que se crían en el seno de una
familia tradicional. Es cierto que, en muchos casos, el hecho de criarse en una
familia monoparental, o con un padrastro o madrastra, no parece que llegue a
perjudicar mucho al joven. Sin embargo, las Escrituras dejan claro que el
propósito de Dios era que los hijos fuesen criados por ambos padres. (Efesios
6:1, 2.) Por lo tanto, todo lo que se aparte de esta situación conlleva más
estrés y presiones.
En muchos países en vías de desarrollo también se observan
grandes cambios en la vida de familia. En esos lugares era tradicional tener
familias extensas, verdaderas redes familiares en las que todos los adultos
participaban en la crianza de los niños. Sin embargo, la urbanización e
industrialización están rompiendo los lazos que las mantenían unidas, y como
consecuencia los jóvenes pierden gran parte de la ayuda que recibían.
Una joven africana escribe: “No hay tías ni otros familiares
que me aconsejen sobre lo que implica hacerse mayor. Los padres esperan que el
tema se aborde en la escuela, y la escuela lo deja en manos de los padres. Ya
no existe el sentimiento de que los niños pertenecen a toda la comunidad”.*
Inquietud por la situación económica
Los jóvenes también se sienten inquietos por la crisis
económica mundial. En realidad, cuatro de cada cinco jóvenes viven en países en
vías de desarrollo y se encaran a la perspectiva de pasar el resto de su vida
sin un empleo y sumidos en la pobreza. Luv, que tiene diecisiete años y vive en
la India, dice: “En nuestro país, actualmente hay mucho desempleo entre la
juventud, por eso, ¿es extraño que los jóvenes se cansen y se sientan
desdichados, caigan en diversos vicios, se vayan de casa o se suiciden?”.
Los jóvenes que viven en los opulentos países de Occidente
también están preocupados por sus asuntos económicos. Un ejemplo lo encontramos
en una encuesta realizada entre adolescentes estadounidenses y publicada en la
revista Children Today: “Cuando se les preguntó qué temas específicos les
preocupaban, los adolescentes acostumbraban a señalar cuestiones relacionadas
con el dinero y el futuro”. Entre las diez preocupaciones principales estaban
“costear una carrera universitaria”, “que el país se encamine a una depresión
[económica]” y “no ganar lo suficiente”.
Sin embargo, aunque resulte irónico, algunos expertos creen
que hasta los jóvenes que ahora están en buena posición económica, con el
tiempo sufrirán. La revista Newsweek comentó: “En los años ochenta, tres de
cada cuatro estudiantes [estadounidenses] que cursaban el último año de
enseñanza secundaria trabajaban una media de dieciocho horas semanales y por lo
general ganaban más de doscientos dólares al mes”, una cantidad para gastos
personales que probablemente superaba a la de sus padres. Como era de
esperarse, “en seguida gastaban sus ingresos en automóviles, ropa, equipos estereofónicos
y otros aparatos propios de los adolescentes que se dan la gran vida”.
El escritor Bruce Baldwin indica que tales jóvenes “crecen
con la idea de [...] que siempre llevarán una vida regalada, sin necesidad de
esforzarse o de demostrar que son personas responsables”. Pero, “cuando marchan
de casa se despiertan de golpe. Crecieron en un ambiente artificial tan
diferente de lo que en realidad se espera en el mundo y de lo que se exige de
un adulto maduro, que es muy posible que sufran algo parecido a un choque
cultural”.
Los valores y normas morales van cambiando
Los jóvenes también se sienten confusos ante los
sorprendentes cambios que han experimentado la moralidad y demás valores.
“Cuando mi abuela era joven, la palabra sexo nunca se oía —dice Ramani, una
joven de Sri Lanka—. Las relaciones sexuales dentro del matrimonio no se
mencionaban, ni en la familia ni con el médico, y fuera del matrimonio ni
siquiera existían.” Sin embargo, los viejos tabúes casi han desaparecido. Esta
joven añade: “Las relaciones sexuales entre adolescentes se han convertido casi
en una forma de vivir”.
No es extraño que un sondeo llevado a cabo entre 510
estudiantes de enseñanza secundaria de Estados Unidos, revelara que la segunda
cuestión que más les preocupaba era “la posibilidad de contraer el sida”. Pero
ahora que se ha abierto de súbito la puerta de la “nueva moralidad”, son pocos
los jóvenes que parecen dispuestos a tomarse en serio la posibilidad de
cerrarla con la monogamia, y mucho menos mediante esperar hasta el matrimonio.
Como preguntó un joven francés: “¿Acaso podemos, a nuestra edad, comprometernos
a ser fieles para toda la vida?”. Por lo tanto, el sida y otras enfermedades de
transmisión sexual continuarán amenazando la vida y la salud de muchos jóvenes.
¿Qué deparará el futuro?
Hay otro aspecto que también preocupa mucho a los jóvenes:
la perspectiva de heredar una Tierra deteriorada. La atmósfera se está quedando
sin capa de ozono, las temperaturas son cada vez más elevadas por causa del
efecto invernadero, se están talando las exuberantes selvas, el aire apenas se
puede respirar y el agua tampoco está en condiciones apropiadas para beberla.
Además, aunque en la actualidad no se sienta tanto su amenaza, la posibilidad
de una guerra nuclear hace que algunos se pregunten si la humanidad siquiera
tendrá un futuro.
Por consiguiente, resulta obvio que la juventud de hoy se
encara a problemas de envergadura. Sin ayuda, dirección y guía, su felicidad
presente y futura corre un grave peligro. Y sin esperanza para el futuro, es
imposible conseguir un sentido de seguridad. Afortunadamente, hoy día la
juventud tiene a su disposición la ayuda necesaria.
Fuente: wol.jw.org
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