Es posible que las campañas locales pongan a prueba algunas
amistades. Pero si nos rehusamos a escuchar y a tratar de comprender puntos de
vista distintos a los propios, ¿cómo incidiremos en las decisiones que le darán
rumbo a este municipio durante los próximos cuatro años?
Ahora que empezaron, ¡oficialmente!, las campañas
electorales, veo a algunos muy prestos a hacer adaptaciones locales de la frase
“If you want a friend in Washington get yourself a dog” (que se le atribuye
equivocadamente a Truman) para advertirnos que si buscamos a nuestros amigos
durante estas campañas, es mejor que nos consigamos un perro. Y en las redes
sociales empiezo a ver con más frecuencia declaraciones que van desde las
buenas intenciones “Este año electoral no voy a perder amigos”, a las
advertencias sin cortapisas –“Voy a permitirme bloquear a los opositores de mi
línea de tiempo durante las próximas doce semanas”, pasando, claro, por los
memes:
¿Así de frágiles son nuestras “amistades”, así de flaco es
nuestro compromiso con el debate, así de delgado tenemos el cuero?
Es posible que nuestros candidatos al concejo/alcaldía le
impriman un grado de dificultad a la ecuación “amigos + afinidades políticas
divergentes”, pero si nos rehusamos a escuchar y a tratar de comprender el
punto de vista del otro, ¿cómo pensamos entonces incidir en las decisiones que
le dan y le darán rumbo a este municipio durante los próximos cuatro años?
Quizá para estas doce semanas podríamos practicar un poco la
“amistad cívica” propuesta por Sibyl A. Schwarzenbach, la cual no implica
estrechar o hacer nuevos amigos individuales, sino mantener un grado mínimo de
buena voluntad para con los otros, todos los otros, con el compromiso constante
de asumir una igualdad moral para todos. La campaña electoral la hacen ellos.
No dejemos que nos dividan.
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