El orgullo de ser hijo de un maestro/a.


Por: Daniel Guevara

Hoy observé en mi camino la multitudinaria marcha de los maestros de Colombia. Inevitablemente, mientras observaba, recordé que a pesar de ser hijo de dos maestros, una madre dedicada a la profesión por más de 35 años y un padre que dedicó los primeros años de su vida profesional a dicha tarea, sólo con el paso del tiempo aprendí a valorar este trabajo.

Sentí el deseo infinito de sumarme a la lucha de los maestros, a la lucha de mi madre, de mis tías, de sus amigas, de mis profesores de la escuela, del colegio, de la universidad, solo una obligación académica me lo impidió, pero supe, en tanto veía el mar de gente marchar hacia el Ministerio de Educación, que esta no es una lucha de ellos solos, esta también es mi lucha y sé que es la lucha de todos quienes somos hijos de maestros/as. Al escribir esto siento una mezcla de sensaciones, admiración y orgullo por la labor que ejercen e indignación y rabia por el maltrato que reciben a cambio. 

He visto todo el esfuerzo y dedicación que esta profesión requiere, vi a mi madre pasar largas jornadas trabajando, lidiando con jóvenes que creen sabérselas todas, he escuchado historias de quienes van a los colegios a hacer de todo menos estudiar, de padres que creen que sus hijos se portan mal por culpa de sus profesores, de maestros que reciben amenazas por las malas notas de los estudiantes y muchas cosas más. 

Con conocimiento de causa digo que mi madre, mis tías y demás profesores, merecen mejores condiciones, porque es injusto que después de 35 años de trabajo dedicados a construir país, el pago por su labor sea considerablemente inferior al de muchas otras profesiones, que son formadas, por supuesto, por nuestros maestros. No es justo que ellos no cuenten con un sistema de salud de calidad, que pasen años de su vida estudiando y capacitándose, pagando años de estudio a costos elevados para que su salario suba 100.000 o 200.000 pesos, que con el paso del tiempo cada vez tengan menos vacaciones, que sus licencias no sean remuneradas, que cada día se alarguen más las fechas para las pensiones.

Señora ministra, estoy convencido de que usted no sobreviviría un año con un salario de un profesor "promedio" como usted los llama, no sería capaz de solventar todas las necesidades de un hogar al recibir ese salario, lo pensaría más de una vez antes de ir al médico con el seguro que se les ofrece y no soportaría un día dando clases con 40 jóvenes el mismo salón durante seis horas seguidas y a ello sumarle el hecho de llegar a su casa a calificar los trabajos de los mismos y pasar fines de semana capacitándose en diferentes áreas para poder dictar sus clases. No soportaría ver cómo algunos jóvenes, incapaces de respetar a sus padres y a sí mismos, les faltan el respeto a nuestros padres por querer enseñarles, porque se necesitan güevas para salir cada día a las 5:45 de la mañana a educar hijos ajenos y recibir una miseria como sueldo, para aguantarse a los estudiantes que son indisciplinados y los improperios de los padres inconformes con las notas de sus hijos.

Después de mucho tiempo puedo decir que me siento muy orgulloso de la labor de los profesores, pues no solo tienen la tarea de educar a sus propios hijos, sino que salen cada día a formar a los hijos de los demás y esto para mí, por sí mismo, ya es admirable. Me siento orgulloso porque he visto todo lo que tiene que pasar un maestro en su diario vivir para salir a cambiar el país aunque cada vez sea más difícil, porque directa e indirectamente mis padres estuvieron cada día desde hace 23 años enseñándome muchas cosas, y le agradezco a la vida infinitamente porque no solo tuve un maestro en la escuela, el colegio y la universidad, sino porque también en mi casa pude gozar de las bondades de ser hijo de ellos, porque tuve la fortuna de ser hijo de normalistas, profesores de tiempo completo y eso es algo que no se compra ni con todo el oro del mundo. Su lucha es mi lucha y sé que para muchos de sus estudiantes también, porque reconocen el valor y el esfuerzo de la profesión, yo tengo a mi profe en casa y agradezco a la vida que así sea.  

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